domingo, 4 de octubre de 2015

Santa Filomena y algunos milagros

LA PRIMERA OBRA SOBRE FILOMENA EN CHILE En esta obra el sacerdote Ruperto Marchant (escrita en la séptima edición de 1898), habla de centenares de milagros, de los cuales presenta, en forma detallada, una cuarentena. A manera de muestra resumimos dos de ellos, ya que el autor los relata muy pormenorizados. SANACION DE UNA NIÑA ENCORVADA “En 1862, una niña de 7 años, hija de José Miguel González y Salomé Cerda, sufrió una enfermedad que afectó su columna vertebral, lo que la obligó a encorvarse más y más, teniendo que caminar apoyada en sus manos. La medicina se declaró impotente. Una noche, la mamá, oyó que la niña la llamaba: “-Mamá, mamá, aquí está Santa Filomena, y me dice que si quieres verme sana, es preciso que hagas celebrar en la parroquia una novena en su honor y que me cambies el nombre de Emperatriz del Rosario, por María Filomena”. “La mamá, dudaba en creer, pero a la mañana siguiente, llegó a la puerta de calle, una señora pobre, que entregó a la empleada un pequeño libro, para llevarlo a la mamá de la enfermita. La mamá vio con asombro que era la historia de la “Vida y milagros de Santa Filomena”. “Cumplieron, pues, lo de la novena en la parroquia, y el cura párroco Don Miguel Prado, le administró el Sacramento de la Confirmación, cambiándole el nombre de Emperatriz Rosario, por el de María Filomena. Al llegar a su casa, la niña estaba perfectamente sana. “Cuenta este hecho, el presbítero Don Samuel González cura de Curicó, hermano mayor de la niña curada milagrosamente”. MUERE RECONCILIADO CON DIOS “En 1892, se presentó una mañana en el Santuario, una anciana y respetable señora, verdaderamente desesperada por la conducta indigna de su hijo que, entregado a la bebida, dilapidaba la cuantiosa herencia de que debía ser único heredero. Imposible pintar la amargura de aquella madre que, en sus clamores a la Santa, llegó a decirle: “Prefiero verlo muerto antes que entregado a tal vicio”. Como el sacerdote trató de calmarla, haciéndole algunas reflexiones, ella con un grito del alma volvió a repetir: “Lo que te he dicho, poderosa Santa; prefiero verlo muerto!…” Dios no desoye nunca a los justos clamores de las madres y, en su recta y severa justicia, recoge siempre las lágrimas que hacen verter sus hijos; aquella misma noche después de dos meses de ausencia, el desgraciado joven, cuyo paradero ignoraba, llegó a la casa en completo estado de ebriedad. Al día siguiente, el sacerdote se hallaba a la cabecera. Cuatro días después, el desdichado, luego de haberse reconciliado con Dios e implorado el perdón de su madre, iba a presentarse ante el Supremo Juez”. Son tantos los milagros comprobados, que nos limitamos solam

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